COLUMNA/ Desde Huatusco – Costeño y comunista
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Roberto García Justo
COSTEÑO Y COMUNISTA
No hay necesidad que me lo recuerden, mis pensamientos surgen en el tiempo y el espacio para que con nostalgia me transporte a lo que es mi tierra. Yo estoy consciente que la he abandonado desde hace más de cuarenta años, sin embargo, conservo los rasgos esenciales de su fisonomía, tal y como la dejé. Hay algo que los seres humanos llevamos en el corazón, y esa es una estampa de realidades que no las podemos apartar nunca, por más que el destino se empeñe en borrar las bondades recibidas.
No niego que mi madre Carmen Justo Gallardo me dejó las más bellas enseñanzas que ella también adquirió de sus padres. Se me revelan su forma de ser, morena, de ojos negros, pelo rizado, vestida con su blusa bordada y su falda larga. Descalza hacía que sus pies se extendieran por el suelo. Mi padre, Mardonio García Orozco, lo conocí cuando era yo un joven aventurero. Blanco, de una sonrisa cautivante y de los dos puedo afirmar que eran honestos, humildes y muy generosos con sus semejantes.
Viví en la casa de mis abuelos, Florentino Justo Petatán y Atanacia Gallardo Nicasio. De ellos puedo afirmar que tenían el don de querernos a todos los nietos, no escatimaban esfuerzos para velar por nosotros. Cerca de la casa estaba la calle principal, no había una sola vía pavimentada, el polvo y las piedrecillas sueltas, eran el adorno principal del pueblo.
Me quiero referir específicamente a una casa pintada de azul, resaltaba en el frente un letrero con letras grandes que decía: Propietario: Adalid Petatan C. ahí vivía Eloísa Justo (mamita locha), una mujer bajita de estatura, con arrugas en la cara que se caracterizaba por sus dientes de oro que decían mucho de ella al hablar. Viuda desde que mataron a su marido, fiel hasta la muerte. Dedicada al comercio, compra venta de semillas.
Era rica porque trabajaba desde que amanecía hasta que anochecía. Sucedió que su medio hermano Rubén Petatán, engendró un hijo con una señora de las Salinas y no había quien se hiciera cargo de él. La mamita mandó a traer al chiquitillo, un negrito que cautivaba por su pelo “cuculuste” (chino) y sus rasgos africanos. Ella lo educó mandándolo a la escuela. Terminó su primaria, secundaria y preparatoria fuera de Juchitán ya que no había esos niveles.
No tengo duda, Adalid Petatán Clemente era un destacado e inteligente estudiante en cualquier escuela que estuvo, por lo que lo mandaron a la Ciudad de México para que continuara con su preparación profesional. Se inscribió en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ahí se consagró como un destacado militante de la izquierda mexicana. Es el único que le reconozco sus dotes de buen orador, centrado, elocuente y sobre todo con una filosofía definidamente comunista.
En su pequeño cuarto tenía bien ordenada la mayoría de los 53 tomos escritos por Vladimir Ilich Lenin, los tres del Capital, de Carlos Marx y era un ferviente admirador de Nelson Mandela, Fidel Castro, Gandhi y muchos militantes de los acontecimientos de liberación del mundo. Por esa razón, en 1968, el movimiento estudiantil lo atrapó y fue uno de los tantos presos políticos de aquella gesta nacional.
Mi intención con esto que manifiesto es que se reconozcan los méritos de un juchiteco educado y pulcro, que puso su inteligencia al servicio de esta cuarta transformación. Y también que estemos seguros que somos creadores de hombres en esta lucha por la democracia en nuestra patria. Porque “Licho” es el primer comunista de nuestro pueblo que no reclama ni reclamó privilegios para vivir bien, nunca se casó, se conformó con una modesta plaza de profesor donde estuviera tranquilo. Mis respetos señor licenciado.