De razones y pasiones
4 minutos de lecturaDe razones y pasiones
¡Dios nos bendiga a todos!
Rafael Pérez Cárdenas
Si alguna certeza nos ha dejado este convulso 2020 es que, como dijo el poeta Paul Valéry, el futuro ya no es lo que era. A consecuencia de la pandemia, hemos abandonado el frenesí por descubrirlo y hoy sólo refugiamos la esperanza por alcanzarlo, sea cual fuere. Poco deseamos saber de cómo será el mañana, nos basta con llegar a él.
Se va un año de desesperanza. Si la felicidad está construida de momentos, la tristeza se ha convertido en una eternidad. Hemos dejado de levantarnos con el optimismo de que será el primer día del resto de nuestras vidas ante el temor de que en realidad sea el último. Hemos sido testigos lo mismo del desaliento que del último aliento de quienes formaron parte importante de nuestras vidas.
Cual modernas amazonas del apocalipsis, la muerte y la enfermedad merodean entre nosotros, mientras escuchamos sus susurros. Pero al mismo tiempo, logramos ver lo extraordinario que resulta lo que antes mirábamos con el vacío de lo ordinario.
Con el vértigo de un huracán, la pandemia nos trajo de todo. Nos mostró en nuestra desnudez. Mostró nuestra solidaridad desinteresada con quienes fueron arrastrados por la tragedia tanto como el egoísmo individualista de quienes decidieron desafiar a la enfermedad, sin importar que otros fueran las víctimas. Vimos en las redes sociales el dolor por la muerte de muchas personas lo mismo que el irrefrenable deseo de la libertad.
No sabemos lo que pasará mañana porque ni siquiera tenemos conciencia de lo que está pasando hoy. El temor y la ignorancia se mezclan para exhibir nuestro desamparo. Tenemos temor de abrazar lo que amamos, pero al mismo tiempo, desafiamos a la muerte y a la enfermedad como un culto a la resignación y el optimismo, porque al fin y al cabo, “de algo nos vamos a morir algún día”.
Así hemos llegado exhaustos al final de un año que nos dejará marcados para siempre. Cada quien contará su historia –o sus historias- que será tan verídica como la ficción misma. Recordaremos a nuestros hijos tras los barrotes de una ventana tratando de entender porqué les arrebatamos la libertad, añorando sus días de clases y refugiándose en su propia imaginación como una evasión creativa.
Lamentaremos los encuentros pospuestos con quienes decidieron emprender su propio camino en una eternidad incierta. Y sentiré tristeza por los libros que nunca recogí de casa de Álvaro.
Tal vez recordaremos con resentimientos aquéllos días sin sol, las vacaciones sin playas, los cumpleaños sin abrazos ni risas, las celebraciones canceladas y hasta las noches largas acompañadas de insomnios prolongados. Los días de angustia por falta de trabajo y sustento. Los recuerdos llenos de espinas serán una parte de nuestro futuro sin importar cual sea nuestro destino.
Como escribió Henri Bouché, el coronavirus ha sido una sorpresa y, como tal, inesperada. Pero ello no debe propiciar el desánimo ni el desencanto en la ciencia o en Dios. La ciencia contribuye al progreso, avanza pero no es omnisciente ni omnipotente, tiene sus limitaciones; la creencia religiosa camina por otros derroteros. Pero a ambas les une la esperanza, que es lo último que hay que perder.
Y sin Esperanza –con mayúscula o sin ella- no hay progreso. Esta terrible pandemia pasará como uno de los grandes males de la humanidad y dejará bien clara la fragilidad y temporalidad humanas, pero también el espíritu de superación y resiliencia.
Mientras eso pasa, es momento de tomarnos un respiro. Dejaremos de atestiguar los ímpetus de las razones y las pasiones que envuelven la vida pública pero también la vida personal. Serán días de volver la vista atrás para ver la senda que nunca se ha de volver a pisar, como presagiaba Antonio Machado desde la irrepetible nostalgia de Joan Manuel Serrat.
Este autor y sus lectores tomaremos una tregua. Volveremos a vernos hasta el próximo año –o tal vez antes si la veleidosa realidad obliga-, con el mejor deseo de que tengamos un tiempo de paz y alegría.
Y con el respeto a la creencia y el espíritu, que ¡Dios nos bendiga a todos!
Las del estribo…
- Además de sus capacidades técnicas y financieras, el secretario de Finanzas ha dado muestras de ser un hábil operador político. Luego de reunirse con los coordinadores de los grupos parlamentarios, José Luis Lima Franco, atestiguó la aprobación unánime de la Ley de Ingresos y el presupuesto para el estado de Veracruz del próximo año. Por el momento, las finanzas han sorteado el temporal.
- El nombramiento del periodista Tulio Moreno Alvarado, director de La Jornada Veracruz, como nuevo integrante de la Comisión de Protección a Periodistas (CEAPP) cayó muy bien en el gremio. Tulio ha compartido tareas con muchos de nosotros, conoce el oficio, es un reportero muy respetado. Tendrá que cumplir una compleja tarea ante el híbrido que representará la Comisión en el futuro.