20/04/2024

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ROBERTO GARCÍA JUSTO. 

MUJERES EXTRAORDINARIAS. 

Doña Juana Marrero de Gómez, es el símbolo de nuestra identidad que, con una demostración de solidaridad y humanidad, conmovió a la sociedad francesa en el año de 1863. Esta noble dama nacida en esta Ciudad, descendiente de familias españolas procedentes de Islas Canarias, lugar que es un   paso obligatorio para las naves que cruzan hacia el Nuevo Continente, participaron activamente en la colonización de nuestro País. Dejó constancia clara de lo que significa ofrecer apoyo a los que más lo necesita. 

Los datos son muy vagos y solo por imágenes plasmadas en fotografías podemos deducir que su estatura mediana la combinaba con su cuerpo esbelto de piel morena. Le gustaba vestir de acuerdo a la moda social de su época, ya que sus facciones físicas le aportaban elementos suficientes para ello; heredera de un lenguaje claro y fluido, que le permitía conversar con los naturales, a los que deleitaba por su amplia inteligencia combinada con una particular humildad y calidez humana.  

Los días domingo que son de misa obligatoria para la comunidad, se calzaba sus elegantes botas de piel de cabritilla, bien almidonada su falda de raso con encajes en los bordes y una blusa negra que le cubría el enorme pecho. Con esmero peinaba su larga cabellera que dividía en dos partes en medio de la cabeza, impecablemente pulcra. Dejando manifiesta su personalidad y enorme pasión por brindar un consejo a quiénes acudían en busca alivio a sus problemas, ella demostraba compresión y disposición para extender su diestra llena de caridad. 

Sucedió durante la invasión francesa que trajo a estas tierras a los elementos más preparados de su ejército. La Legión Extranjera estaba integrada por cadetes de alto nivel y rendimiento que juraron lealtad y sacrificio a su institución. Alemanes, suizos, belgas, daneses, italianos, españoles y franceses integraban un batallón unido por el mismo ideal. Y con esa consigna fueron comisionados para resguardar de Veracruz a Puebla, un cargamento de municiones, víveres, además de tres millones de francos para apoyar a sus tropas que avanzaban para tomar la capital de la República Mexicana.           

Después de acampar en el Cerro del Chiquihuite, tomaron la ruta hacia Palo Verde, en donde decidieron tomar un café con alimentos. Una nube de polvo los alertó, habían sido descubiertos por las guerrillas mexicanas encabezada por el coronel Francisco de Paula Milán, Manuel Marrero y otros capitanes que guiaban una milicia de quinientos elementos del ejército regular y trescientos irregulares. Dispuestos a defenderse, los legionarios se replegaron hacia la Hacienda la Trinidad en donde se atrincheraron. 

La conocida Batalla de Camarón duró todo el día, hasta las seis de la tarde cuando la mayoría de los 62 extranjeros habían perecido.  No obstante, lo delicado de su situación, se oponían a rendirse. Tres de ellos quedaron vivos entre los que destacaba el sub teniente Clement Maudet un joven oficial que se distinguía por haber obtenido varias medallas y honores militares dentro de los campos europeos.  Por ese mérito lo nombraron alférez con derecho indiscutible de ser el abanderado del regimiento.    

Con heridas graves fue transportado a esta localidad, para ser atendido por una huatusqueña que lo cuidó durante ocho días. Antes de morir, escribió una carta a su madre que sirvió de consuelo y ejemplo de caballerosidad: “No sufras madre mía, si muero en esta hermosa tierra mexicana, dejó una madre en Francia, pero encontré otra madre aquí”. Dejó de existir en ésta ciudad el 8 de mayo de 1863, fue sepultado en el atrio del Templo. Actualmente en un museo francés está el retrato de doña Juana Marrero con una frase que la inmortaliza por habérsele distinguido como: “La dama del gran corazón”.  

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