19/04/2024

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ROBERTO GARCÍA JUSTO.

LA CASCADA DE TENEXAMAXA.

(En donde nace el ruido)

No llegamos a imaginar que los españoles fueran los únicos que habitaron y desarrollaron la agricultura y el comercio por el territorio de lo que se conoció como el Gran Señorío de Cuauhtochco.  Durante el siglo XIII se establecieron migrantes venidos desde Alemania, los señores Carl Sartorius y Carl Stein fueron quizá los pioneros que soñaron con una nueva patria, cautivados por los más bellos parajes, rodeados de habitantes serviciales y benévolos.

Además de la hacienda de “El Mirador”, situada en una colina que se junta con otra de similares dimensiones. Ahí se admiraban los grandes campos sembrados de caña de azúcar como ejemplo del espíritu productivo del hombre. Más allá, otras propiedades del señor Baetke con plantaciones de café, el doctor Eichhom y su finca “La Esperanza” en compañía del señor Ettlinger.

“Estas pequeñas parcelas se encuentran alejadas de las ciudades, aquí priva el respeto por la vida y la propiedad ajena.” Sin embargo, lo frecuente son las bebidas embriagantes y los juegos dominicales, que representan los vicios que predominan entre los naturales sin que exista autoridad capaz de controlar esa afición tan grande. Pero, una vez que pasan los fines de semana, las celebraciones religiosas y fiestas como bodas, cumpleaños y bautizos, todo vuelve a la normalidad, cada quién a sus trabajos.

El señor Wilhelm Ziehl tenía años de residir en esta localidad, administraba una tienda por lo que era conocido por la mayoría de la gente de la zona. de un carácter agradable, recto y afable que lo hacían merecedor para que los que llegaban de otros lugares lo tuvieran que ir a buscar debido a que conocía muchas personas y lugares que a los demás interesaba. Tenía una respuesta adecuada para cada pregunta.   

El señor Ghiesbrecht habitaba una casita en medio de un campo sembrado de tabaco. Lo había cercado para plantar diversas especies de brotes, en sus horas libres plantó unas palmeras y helechos con flores, orquídeas en las ramas de los árboles, hizo un caminito que a través de los arbustos conducía hasta el río, que había convertido en un paraje ideal para bañarse. Vivía feliz todo el tiempo hasta que se quedó para siempre.

“En compañía del señor Fink y Runkel, caminamos por un bosque de encinos, hasta llega a una hermosa cascada conocida como de Tenexamaxa. El agua es arrojada con fuerzas después de recorrer sobre piedras desde una altura de 36 pies. Golpea sobre unas rocas y se dispersa en miles de partículas, se reúne nuevamente y corre mansamente por una pequeña quebrada. Es agotador bajar al fondo, pero la recompensa es un cuadro espléndido.”

La naturaleza se encarga de adornar maravillosamente los alrededores con licopodios, begonias y contravenías propias de la obra de un jardinero de buen gusto. Las hojas húmedas por el rocío muestran al observador los colores del arco iris. Aquí el viajero puede cerrar el camino abriendo espacio a un nuevo despertar.                                                     

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